martes, 4 de agosto de 2015

Lo que creo

A fines de junio compartí 27 horas de corrido con dos queridos amigos, Rubén y Tere (que rima con Bere, gran parte de la razón por la cual somos amigas). Durante esas 27 horas hubo muy pocos momentos de silencio, hazaña de la que no cualquiera puede hacer alarde. Como se imaginarán, en 27 horas entran todo tipo de conversaciones sobre innumerable cantidad de temas, los cuales pueden ser tratados con una interesante variedad de profundidad.

¿Alguna vez grabaron un video con el celular y quisieron mandarlo a un hermano/hermana/amigo/amiga/almacenero/almacenera y les apareció un cartelito que decía que el video era demasiado largo para mandarlo y que tenían que seleccionar sólo una parte de él? Cada vez que me pasa (que no es muy seguido igual), me frustra, porque a mí me gusta compartir todo, y si no puedo compartir todo, entonces mejor no comparto nada. De todos modos, siempre encuentro la manera de hacer la frustración a un lado y decidir qué parte me parece la más memorable y digna de compartir. Nuestra larga charla es como uno de esos videos que querés compartir enteros pero no se puede. Lo bueno es que en este caso no me frustra demasiado el no poder compartir todo, porque más allá de que le resultaría tedioso al bondadoso lector, esta vez sí me resulta fácil elegir mi parte preferida. Las últimas tres horas del viaje, las que pasamos viendo el amanecer y recibiendo un nuevo día, fueron definitivamente las mejores.

Hace varias semanas hubo mucho revuelo en el país y en las redes sociales por la 
decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Durante las últimas tres horas del viaje, este fue uno de los temas que tocamos. Desde hace tiempo vengo pensando en cómo explicar las cosas en las que creo sin ofender ni lastimar a las personas que tienen ideas diferentes, y si bien Rubén y Tere comparten mi sistema de valores, charlar con ellos sobre esto me ayudó a poner mis ideas y mi razonamiento en orden.

Antes que nada, considero sagrado el derecho que cada ser humano tiene a hacer uso de su albedrío. Todos somos libres de escoger qué hacer, qué decir y qué creer. Y esto lo digo tanto por mí, por el derecho que tengo a que se respeten mis creencias (aunque estas no sean muy populares), como por cada persona que cree y opina diferente de mí.

Habiendo dicho eso, estas son algunas de las cosas en las que creo y la razón por la que las creo:

Dios existe y yo soy una de sus hijas. Mi vida no comenzó al nacer en esta tierra y no va a terminar cuando muera. Esta vida es solo parte de mi existencia eterna (sin principio ni fin). Como hija de Dios, Lo respeto, Lo amo y tengo la firme convicción de que quiere lo mejor para mí, lo cual no se limita a lo mejor durante esta vida terrenal, sino lo mejor para siempre. A veces no entiendo por qué tengo que pasar por ciertas cosas durante esta vida, pero no dudo que, aunque algunas experiencias no me traigan felicidad ni satisfacción en el momento, a la larga me fortalecen, me ayudan a aprender, a entender mejor el propósito de mi vida, porque sé que mi vida, como la de cada persona, tiene un propósito.

¿Por qué creo en Dios? Porque me resulta imposible creer que no haya nada más grande que el hombre tal como lo conocemos; porque en mi mente no cabe el “porque sí” como una respuesta válida a por qué existo, porque el cuerpo humano es demasiado complejo y maravilloso como para no haber tenido un Creador con características divinas, y además no puedo concebir la inexistencia.

¿Por qué amo a Dios? Porque no puedo no amar a mi Padre. Porque, aunque no lo he vuelto a ver desde que nací de mi madre Lilián, Lo conozco (no tanto como quisiera, pero en eso estoy), porque a lo largo de mi vida he cultivado una relación con Él al darle un lugar en mi vida a diario. Sé que conoce mis deseos, mis sentimientos, mis miedos y mis pensamientos; sin embargo, también sé que si yo decido ignorarlo, Él no se mete en mi vida. Pero en general trato de no ignorarlo, sino que me esfuerzo por comunicarme con Él, en mi mente y mi corazón; me esfuerzo por darle a conocer todo lo que deseo, lo que siento, lo que temo y lo que pienso. Y sé que Él me escucha. Me escucha porque me ama, porque, como cualquier padre, quiere formar parte de mi vida, porque le intereso.

Para mí esta vida tiene sentido porque creo en Dios. Y creer en Dios, creer en que hay algo más grande que yo, más grande que cualquier persona en esta tierra, más grande que este mundo en el que vivimos, es lo único que me da tranquilidad, y es esa tranquilidad la que me permite sentir felicidad y paz.

Como tengo la firme convicción de que Dios existe y ama a todos Sus hijos (cada persona que ha vivido, que vive y que vivirá en esta tierra), sé que jamás nos dejaría solos, sin una guía clara para nuestra vida. Esa guía podemos recibirla personalmente, sin intermediarios, cuando se trata de cuestiones que solo me afectan a mí. Cuando se trata de cosas que no son únicamente particulares a mí, sino a todas las personas, los Profetas y Apóstoles están autorizados a hablar en nombre de Dios para toda la humanidad. Confío plenamente en lo que ellos dicen, incluso cuando mi mente finita no comprende todas las cosas de valor eterno, valor que trasciende esta vida. ¿Por qué confío plenamente en ellos? Porque muchísimas veces he sentido la confirmación en mi corazón de que hablan en nombre de Dios. Y una vez que recibo esas confirmaciones, no las pongo en duda. 

Sé que no todos sentimos de la misma manera ni entendemos la vida de la misma forma, y lo respeto. Uno de los principios que aprendí desde muy chica es que TODOS tenemos la libertad de elegir cómo vivir, qué hacer, en qué creer y en qué no creer. Por esto mismo, jamás intento imponer mi opinión ni mis creencias en otras personas. Respeto la opinión de los demás porque todos tenemos el derecho a pensar y formar nuestras opiniones como mejor nos parezca. No condeno las ideas de nadie que piense diferente a mí, y por eso considero que merezco el mismo respeto y libertad al momento de decidir en qué creer y cómo conducirme en la vida. 

Algunas de las cosas en las que creo incluyen esto: 

"Dios ha mandado que los sagrados poderes de la procreación han de emplearse sólo entre el hombre y la mujer legítimamente casados como esposo y esposa.
"Declaramos que los medios por los cuales se crea la vida mortal son divinamente establecidos. Afirmamos la santidad de la vida y su importancia en el plan eterno de Dios. ...
"La familia es ordenada por Dios. El matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para Su plan eterno. Los hijos merecen nacer dentro de los lazos del matrimonio y ser criados por un padre y una madre que honran sus votos matrimoniales con completa fidelidad. La felicidad en la vida familiar tiene mayor probabilidad de lograrse cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo. Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y se mantienen sobre los principios de la fe, de la oración, del arrepentimiento, del perdón, del respeto, del amor, de la compasión, del trabajo y de las actividades recreativas edificantes". (La familia: Una proclamación para el mundo, 1995.)

Estas cosas, como tantas otras, se entienden mejor si no se las saca del "gran todo" del que forman parte. Estas verdades están atadas a otras verdades más grandes, algunas de las cuales mencioné más arriba. 

Sea como sea, repito: esto es lo que yo creo. Entiendo que no todos pensamos ni creemos de la misma manera, pero eso no quita que podamos seguir queriéndonos y aceptándonos igual.


Ahora sí, doy fin a mis palabras y me voy.