lunes, 22 de abril de 2013

Oda a los lunes

Después de una semana bastante acerba (mejor conocida como "semana de miércoles"), agradezco esta nueva semana.

Por lo general, amo los lunes. No quiero hacer demasiado alarde de este amor, porque sé que el 95% de la población terrestre los odia con pasión. En el pasado estuve en sus zapatos, así que los entiendo. Yo también odié los lunes, y el odio que llegué a sentir era tan intenso que impregnaba varias de las últimas horas del domingo. Creo que también tuve épocas en que los lunes me fueron indiferentes y pasaban sin penas ni glorias, y se iban de la misma forma en que habían llegado: inadvertidos. Sea como sea que haya sido en tiempos pretéritos, actualmente me encantan los lunes.

Como no padezco el terrible mal que vilmente acecha a la mayoría de los seres humanos laboral o estudiantilmente activos, los lunes y yo solemos llevarnos muy bien. Reconozco que el no tener que salir de mi casa antes de las 9 de la mañana ayuda sobremanera.

Suelo entender los lunes de dos formas. A veces los interpreto como una maravillosa nueva oportunidad de repetir una semana tan genial como la anterior (ponele). Otras, los veo como una misericordiosa segunda oportunidad para hacer las cosas diferente, probar nuevas estrategias y salvar mi buen nombre de la que en ocasiones es mi peor enemiga: moi.

La semana pasada fue fatídica. Creo haberme dado cuenta de que lo funesto de la semana se debe a que empezó mal antes de siquiera empezar. Algo así como recuerdos del futuro: el sábado de noche supe con desgraciada certeza que el lunes sería difícil de remontar.

Allá estaba yo, el sábado 13 de abril, amaneciendo a las 7:50 de la mañana, sin despertador (soy re top). El sol entraba por la ventana, afuera era un día hermoso y tenía (casi) todo el día por delante. El día anterior (viernes), el carácter fiestero que me ha invadido en estas más recientes épocas de mi vida se apoderó de mí y me quedé trabajando hasta muy tarde. Por eso, me sentí en todo mi derecho de pasarme la mañana entera acostada, leyendo plácidamente... y leer plácidamente acostada fue lo que hice (y terminé este libro.) Me dediqué a no pensar en nada más que en lo que estaba leyendo. Tenía la sensación de que tenía que fijarme si tenía algo de trabajo para entregar el lunes, pero me pareció que no era necesario, porque tenía todo el día por delante. Después de almorzar, la hora se me vino encima y tuve que apurarme a prepararme porque a las 15:00 unos amigos entraban al templo por primera vez y se sellaban. 14:27 salí para el templo, 14:30 llegué; 20:15 salí de "el castillo de Moroni", como se le ha escuchado decir a Feli (mi sobrino mayor, de tres años). La obra vicaria me mantuvo entretenida parece. Llegué a casa muerta de hambre y con ganas de tirarme en el sillón a ver tele, y Michelle me ayudó a satisfacer mis necesidades.





Debería haber revisado mi correo y haberme fijado qué era eso que me daba la sensación que tenía que entregar el lunes... pero estaba cansada y no supe ver más allá de la comida y la tele. Típico. Cuando estaba por dar la medianoche y estaba en la misma posición que a las 7:50 de la mañana, me pareció prudente abrir mi correo del trabajo y verificar qué tenía que hacer el lunes.








Tan luminoso que había empezado el día... en dos segundos se puso todo negro. Tenía una traducción de 3100 palabras para entregar a las 11:00 de la mañana. Y los domingos no trabajo, mucho menos si la razón por la que tendría que trabajar es mi sola estupidez humana. Hice un cálculo rápido y concluí que, como tarde, el lunes tenía que levantarme a las 5:00 de la mañana. Great!



Y así fue cómo empezó mi semana fatídica. Lunes y martes trabajé lo que una persona normal trabaja en cuatro días; el miércoles amanecí tempranito para cumplir con una entrega y a las 11:30 ya no podía más con mi cuerpo y la mayoría absoluta de mi neuronas se había declarado en huelga. El agotamiento cerebral que tenía no tiene nombre. De jueves a sábado, el exceso de productividad de los días anteriores tuvo como resultado una improductividad casi absoluta, con altas cuotas de culpabilidad por dicha irresponsabilidad y cansancio (además de otras cuestiones que surgen cuando uno está con las defensas anímicas bajas), y profundos sentimientos de falta de propósito en la vida. A veces es complicado trabajar todos los días de tu vida en tu casa.

Y ayer domingo, cuando sonó el despertador a las 8:00, toda la semana que traía encima me aplastaba como una manta de hierro. A pesar de todo, media hora después, tras mucho esfuerzo neuronal, salí de la cama y me preparé como corresponde. La razón por la que voy los domingos a la Iglesia pesa mucho más que una manta de hierro.

El domingo de ayer fue uno de los más renovadores y sanadores que he experimentado en los últimos tiempos. Empezamos con una clase preciosa que dio una madre dulce, joven y dedicada. La clase se centró en este pasaje de Salmos, que primero me hizo sentir vergüenza de ser "escudriñada" por un Dios que me ama y conoce mi potencial; pero al final de la clase terminé de entender y de abrir mi corazón para recordar que Él me puede "guiar por el camino eterno".  A la hora de la Escuela Dominical me toca dar una clase a mí para dos hermosas y valiosas mujeres que se están preparando para entrar al templo. Pocas veces he sentido con tanta claridad la confirmación de las verdades eternas como dando estas clases. Me hace feliz. Y por último, como broche de oro, la reunión sacramental fue lo que necesitaba para dejar atrás lo malo de la semana anterior y volver a empezar, a lo Alejandro Lerner.

Y así es como días lunes como éste amanezco con ganas de "cantar la canción del amor que redime", y vuelvo a amar mis rutinas, vuelvo a sentir la fuerza para hacer lo mejor que pueda durante estos siete días, vuelvo a ser feliz con las pequeñas y las grandes cosas. Y entonces me dan ganas de gritar: ¡Por muchos lunes más!... pero elijo callarme y no gritar nada, porque ya siento a todos los "Monday-haters" apuntándome con sus hondas.





miércoles, 10 de abril de 2013

Cada cosa en su lugar


El año pasado leí Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany's), de Truman Capote. (Hace unos meses, durante una mañana de labor culinaria en la cocina, vi la película. Hollywood, oh, Holloywood, siempre pintando la vida de rosa. Me encanta. Debo reconocer que me gustó más el final de la película que el final del libro. Me estoy yendo de tema.) La cuestión es que el libro me gustó mucho; me gusta Capote, escribía interesante. Aunque no me sentí identificada con prácticamente ninguna de las peculiaridades de sus personajes ni de sus realidades, me quedaron grabadas las palabras de Holly, la protagonista (Audrey Hepburn en la película). Sin expresiones ni términos rebuscados, explican lo que vengo sintiendo hace ya varios años:



Recuerdo que lo leí mientras esperaba el micro, en la parada del 307, en la esquina de casa, frente a Parque San Martín (exacto: tengo un talento único para recordar detalles banales que no sirven para nada). Y me encantó lo que leí, no por haber descubierto la pólvora, sino porque la genialidad de la frase radica en la descripción acertadísima de mi filosofía de vida durante los últimos años, filosofía de vida que adopté prácticamente sin querer.

Hace seis años, TODO cambió, como bien dijo Camila. Y cuando cambió la realidad que conocía, empecé un camino que me trajo hasta donde estoy hoy, hasta la Berenice actual; y estoy bastante segura de que acá es donde tenía que llegar. (Mátenme: una cosa fue llevando a la otra, perdí el control de la situación y estoy escuchando Coleccionista de canciones.) 

No me distraigo más.  

Durante los últimos seis años he estado buscando mi lugar en el mundo, literal y metafóricamente. Literalmente porque empecé a sentir que mi estadía en La Plata tenía fecha de vencimiento. Uno llega a amar los lugares donde vive, donde hace historia, donde crea lazos; uno deja parte de su corazón en los lugares donde rió, lloró, gritó, se enamoró y se desenamoró. Pero a muchos nos pasa que sentimos que nuestro corazón no pertenece a un solo lugar, independientemente de cuán profundo lleguen las raíces que crecieron en esa tierra. Así que empecé a buscar literalmente mi lugar en el mundo; no sabía exactamente cuál era, pero sí sabía que no estaba en La Plata. Al mismo tiempo, empecé a buscar ese lugar metafóricamente. Tengo la convicción de que todos tenemos misiones particulares, misiones que se adaptan a nuestros talentos, a nuestros dones, a nuestra personalidad y a nuestro potencial. Y yo necesitaba encontrar ese lugar, un lugar donde pudiera seguir creciendo (no físicamente, por favor), un lugar donde sintiera que estoy progresando y cumpliendo con el propósito y la misión para la cual fui creada. 

Y desde que empecé a sentir que tenía que buscar mi nuevo destino, sin querer empecé a querer no poseer nada hasta que no encontrara un lugar en donde yo estuviera en mi lugar y las cosas estuvieran en el suyo. Así que, a pesar de mis copiosos 29 años, en estos últimos tiempos no he acumulado mucha cosa material; sólo tengo las cosas que puedo llevar conmigo a todas partes: mi computadora, libros, algo de ropa y unos cuantos frasquitos bastante caros con agua bendita que huele divinamente). 

Así y todo, hace casi dos años compré este cuadrito. 

El cuadrito se lo compré a un pintor que tenía un puesto en Pike Place Market, en Seattle, WA.


Me enamoré de la pintura. Me enamoré de la escena que pasaría a ser símbolo y recuerdo futuro de uno de los mejores viajes que he hecho. Este cuadrito me recuerda la época en que sentí que los cielos empezaban a abrirse, a mostrarme con más claridad el camino, mi camino; la época en que empecé a encontrarme, haciendo un esfuerzo deliberado por buscarme, por descubrirme, por entender mi esencia y por actuar en consecuencia con lo que descubría y entendía. 

El cuadrito nunca lo colgué, pero cada tanto lo miro. Interpreto mi decisión de no colgarlo como una manifestación silenciosa de no ponerme muy cómoda en ninguno de los lugares pasajeros donde he pasado los últimos dos años, desde que lo compré. Pero tomé la determinación de que, en agosto, voy a empezar mi nueva etapa colgándolo; necesito descansar, al menos por dos años, de esta búsqueda de un hogar para mi alma. Sin embargo, a la que nunca voy a dejar de buscar, y que pretendo seguir redescubriendo, es a mí, a Berenice, porque donde me pierda de vista, la quedo. Si me descuido, todo pierde sentido.

Traveling solo (wait for it)

miércoles, 3 de abril de 2013

La vida (no siempre) es un sueño
(A mis amados platenses y mi bella La Plata)

Hoy me desperté de mi sueño. Muchas veces me pasa que me caigo de mi alfombra voladora y me despierto. Y la vida deja de ser un sueño por un rato. 

Hoy me despertó la tragedia de La Plata. Pasé todo el día estupefacta, leyendo diarios, viendo noticieros por internet, leyendo estados en Facebook, tratando de enterarme por terceros cuál era la situación de mis amigos. 

El sueño empezó a terminarse el martes, cuando supe de las inundaciones en Capital Federal. Respiré cuando nos enteramos de que mis hermanos estaban bien, ayudando a otras personas que sufrían las consecuencias de la lluvia. 

Pero hoy miércoles a la mañana el sueño se terminó por completo y estuve todo el día despierta. Me pasé todo el día en vela, porque mi carácter soñador estuvo todo el día adormecido. 

Mi corazón llora... y mis ojos también. Desearía estar en La Plata, ayudando, colaborando, tratando de dar alivio. No desearía estar en el lugar de los que han perdido mucho o todo, porque soy bastante cobarde, porque no tengo la valentía de adentrarme a sabiendas en el ojo de la tormenta. Pero mi corazón, mis pensamientos y mis oraciones están con ustedes, amigos queridos. 

Ahora, con el cuerpo seco, pero los ojos mojados, me voy a dormir, para ver si puedo volver a soñar, porque tengo la firme convicción de que esta vigilia no tiene que durar mucho, no debe hacerlo. 

Cómo puede este insomnio perdurar cuando sabemos que no estamos solos, "porque yo estoy contigo, y ninguno te podrá hacer mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad" (Hechos 18:10) y "cuando pases por las aguas, yo estaré contigo" (Isaías 43:2). 

Y como dijo el élder Holland: 

"Desde el principio y a través de las dispensaciones, Dios se ha valido de ángeles como emisarios de Él para transmitir amor y preocupación por Sus hijos... Testifico de ángeles, tanto de la clase celestial como de la terrenal... Testifico que Dios nunca nos deja solos, nunca nos deja sin ayuda en los desafíos que enfrentamos.  '[Ni] lo hará, mientras dure el tiempo, o exista la tierra, o haya sobre la faz de ella un hombre [o mujer o niño] a quien salvar' (Moroni 7:36.) A veces, como grupo o individualmente, quizás sintamos que estamos alejados de Dios... perdidos y solos en lugares oscuros y lúgubres. Muchas veces esa angustia la creamos nosotros mismos, pero aun en ese caso, el Padre de todos nosotros nos cuida y nos ayuda. Y siempre hay ángeles que van y vienen a nuestro alrededor, visibles e invisibles, conocidos y desconocidos, mortales e inmortales... 'Iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra... mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros para sosteneros' (D. y C. 84:88) ["El ministerio de ángeles", Conferencia General de octubre de 2008]. 

Volvamos a soñar. Todo esto va a pasar.

lunes, 1 de abril de 2013


La vida es un sueño
(Sori, Calderón de la Barca, te robé el titulín)

Recién, tratando de decidirme sobre qué escribir, miré mis papelitos (donde anoto las cosas que me vienen a la mente) y me dieron ganas de escribir sobre los sueños: no los que tenemos mientras dormimos, porque en mi caso prácticamente nunca los recuerdo, sino los otros, los que la Real Academia Española define como "cosa que carece de realidad o fundamento, y, en especial, proyecto, deseo, esperanza sin probabilidad de realizarse", definición que, by the way, me pone furiosamente furiosa por su carga altamente negativa. Evidentemente, debería haber empezado a escribir este post in English, porque my  beloved Merriam-Webster define "dream" como "something that one hopes or intends to accomplish"; aunque Merriam Webster no se juega mucho con la definición, por lo menos se acerca un poquito más a lo que quiero escribir hoy. 

Hablando de sueños, yo soy de las personas de naturaleza estúpida; soy de las personas que dedican gran parte de su vida a soñar. La verdad, la verdad es que no es una opción para mí: me cuesta evitarlo y no soñar va en contra de mi naturaleza. En muchos aspectos me haría bien soñar un poco menos y limitarme a los hechos, a la realidad objetiva (si es que existe tal cosa) y vivir sólo el ahora sin tantas hipótesis idealistas. Me ahorraría tiempo y desencantos, y seguramente sería bastante más productiva.

Esto es lo que me pasa: no me imagino perdiendo, no me imagino fracasando, no imagino a la vida azotándome y oprimiéndome con su cruda y oscura realidad. Esto no se trata de un exceso de autoestima ni de creerme la hermana no reconocida de Superman; es simplemente consecuencia de mi carácter soñador, o estúpido, como más les guste. Doy un ejemplo simple y claro de mi vida universitaria pasada: independientemente de cuánto hubiera estudiado para un examen (a veces no quería se me hacía imposible estudiar mucho), siempre tenía la secreta esperanza de que aprobaría, e incluso muchas veces soñaba con nueves y dieces. Como se imaginarán, varios patitos se cruzaron en mi camino.



Así me pasa en general con todo: suelo esperar lo mejor; a veces hasta sueño con que la misericordia todo lo cubre, incluso mis esfuerzos mediocres, y no puedo evitar imaginarme recibiendo una no siempre merecida corona de laureles. Bastante iluso lo mío.

Otras personas son de naturaleza opuesta a la mía: son más bien racionales, más centradas; por lo general sus pies nunca se despegan del suelo. He escuchado a algunas personas decir que esperan lo peor y así se evitan desilusiones en caso de que lo peor se lleve a efecto, o bien se ponen felices y se sorprenden si lo peor no se concreta y lo mejor toma su lugar. Quizá sea una buena estrategia, pero a mí no me sale. Miren que lo intento, eh, pero indefectiblemente me sale el ingenioso hidalgo Don Quijote de adentro (aunque físicamente encuentre más similitudes con Sancho...). No importa los molinos que se me crucen por delante, Rocinante y yo podemos con ellos.

(En realidad no siempre es tan así; no siempre logro ser tan positiva, pero recurro a mi facilidad hiperbolística para que se entienda la idea.)

Hoy alguien citó al Señor Cara de Papa en Facebook (no me refiero a este, sino a este). Al parecer, Mr. Potato Head habría dicho que "soñar no cuesta nada"; sin embargo, esta amiga de FB acotó que "soñar cuesta desilusiones". 

Y es verdad, cuesta muchas desilusiones, muchísimas más que las jamás soñaría experimentar. Tantas, pero tantas veces me he desilusionado y encontrado con resultados bastante diferentes a los que había planeado (incluso las veces que sí me había esforzado y mi labor no había sido nada mediocre). A los veintipoquitos me encontré con LA sorpresa de mi vida, con la situación que Berenice Ventura jamás hubiera soñado tener que enfrentar. Hubo también otras desilusiones menos trascendentales, pero que dolieron igual. 

Así y todo, elijo seguir soñando. En lo que a mí respecta, creo en las sabias palabras de Cenicienta: 

(Estoy juntando firmas para que incluyan esta canción
en el próximo himnario verde.)

Decido creer que "no matter how your heart is grieving, if you keep on believing, the dream that you wish will come true". Se me hace más fácil ser feliz cuando sueño que llegan las mejores cosas a mi vida. Y cuando no llegan... bueno, me pongo el poncho correspondiente y le hago frente a la situación con la mejor cara que puedo. Después de todo, con una perspectiva eterna, la verdad es que mi vida no va a terminar en desilusión; siempre que llovió, paró; no hay mal que dure cien años. Y entonces empiezo a soñar de nuevo.

En definitiva, todos mis sueños algún día se harán realidad... Y si no, fue lindo mientras duró la ilusión.

Me senté al piano un ratito en busca de inspiración y la encontré.
Por favor, absténgase de indicar si mis gustos concuerdan con mi edad...