domingo, 11 de agosto de 2013

Llegué

Sí, sí, llegué. El jueves a la tarde, sana y salva. Fue un buen viaje, a pesar de mi característica imposibilidad de dormir en medios de transporte. El tramo más largo lo hice junto a un gentil caballero que se ofreció a ayudarme con mi valija-biblioteca ---que casi me deja sin espalda--- y que no me dio charla durante el viaje, cuestión indispensable para que mi viaje sea disfrutable. El segundo tramo hubiera pasado sin pena ni gloria de no haber sido que estuvimos a punto de morir estrellados porque el nabo del piloto quiso aterrizar sin tener permiso para hacerlo y tuvo que volver a remontar vuelo para la intranquilidad de sus pasajeros. Y finalmente, el último tramo fue un precioso viaje tranquilo en el fitito de los aviones; era algo así como un Plaza o Costera con alas.

Dos cosas hicieron el viaje más ameno. 1) La lectura de Divergent, regalo de Michelle para mi cumpleaños (que todavía no fue) y 2) la experiencia en migraciones. Fue sumamente placentera, cosa que me dejó perpleja debido a mis funestas experiencias pasadas. El cordial agente ante quien presenté mis papeles no sólo me sonrió ---el año pasado la mujer que me atendió poco más que me escupió---, sino que además he called me "young lady", me deseó buena suerte en los estudios y me dio un par de consejos. Para mí que era un ángel. Posta.



Una vez que hube pisado suelo salt-lake-citycense, me recibió mi abuela postiza, Raquel. Todos deberían tener una abuela-postiza-Raquel. Seis años atrás, durante épocas difíciles, dedicó horas y horas a contestar mis e-mails; sus palabras no se limitaban a ser inspiradoras, sino que eran inspiradas; me sirvieron de consuelo y me dieron esperanza. Desde ese entonces, se ha convertido en una abuela y amiga que me hace sentir más cerca de casa aunque esté a miles de kilómetros.








Hoy fue un precioso domingo, de principio a fin. Leí tranquila durante la mañana y volví a sentir la confirmación inconfundible de que el libro que leía es un libro inspirado, escrito por profetas de Dios. Es muy genial que el Padre se comunique con nosotros, hablándonos a la mente y al corazón. Ojalá todas las personas tuvieran la fe para darse cuenta de que Él nos escucha y nos contesta. De 11 a 14 fui a la capilla, me saqué las ganas de cantar y hasta participé en la clase de Escuela Dominical: cuando el maestro preguntó cuántas veces se le apareció Moroni a José en la misma noche dije "Three".






La tarde estuvo llena de charla, "barbecue" (nuestro asado), calorcito y descubrimientos. Yo ya sabía que mi talento era sin par; sin embargo, esta tarde, lavando lechuga y admirando los tomatitos cherry caseros de la huerta de Raquel, me di cuenta de que el aire montañés claramente le hace bien a mis pulmones y está potenciando mi don natural para el silbido. Es así que esta noche de domingo que está a punto de terminar me despido de ustedes y los dejo con un silbido dominical inspirado en el número musical que formó parte de la reunión sacramental de hoy: un arreglo para piano y viola de "Secreta oración".



Herriman al atardecer.

miércoles, 7 de agosto de 2013

La partida por partes

A mí no me gusta lo convencional y me fascina tener historias copadas para contar, así que no me quedó otra que pedir que cancelaran el vuelo de anoche y que me pusieran en el vuelo de hoy miércoles 7 de agosto. Igualmente, para hacerla del todo bien, primero hice el “online check-in”, me conseguí un buen lugar, despaché mis bultos, pasé por migraciones para que me sellaran el pasaporte y en la cola me encontré con Roberto Giordano (el de “No me peguen, tengo un grano”), subí a la avioneta y me senté al lado de Eduardo Strauch (sobreviviente de la tragedia de los Andes), salimos a dar una vuelta de 360 grados en aeroplano y volvimos a la Puerta, donde volvieron a conectar la manga y nos tuvieron dos horas y media esperando que se solucionara un problemita mecánico; finalmente desabordamos el avión y deshicimos todo lo hecho. Me sentí como Chris Martin en el video de “The scientist”. Sea como sea, agradezco al responsable piloto que decidió no sacarnos a volar mientras la aeronave no funcionara a la perfección. Como comentábamos con Edu, es mejor que te cancelen un vuelo antes que estrellarte y quedarte varado en medio de los Andes.

A todo esto, mucha cosa buena se desprendió de mi paseíto de anoche, a saber:


  • Mis oraciones fueron contestadas y no viajé en un avión que corría peligro de realizar un descenso con la nariz apuntando al piso.
  • Eduardo Strauch, sin conocerme previamente, se unió a la gente querida que me concedió mi deseo de cumpleaños. A algunos familiares les pedí que para mi cumpleaños (que festejé por adelantado) me regalaran un libro. Mi compañero de asiento me regaló un ejemplar de su libro Desde el silencio: Cuarenta años después, que publicó en diciembre de 2012. ¿Qué me contuchi? 
  • Dormí horizontalmente y disfruté algunas horas más con mi familia. 
  • Fui una última vez al Templo de Montevideo antes de volver a emprender la retirada.
En conclusión, valió la pena la partida por partes.


martes, 6 de agosto de 2013

Llegó el día

Llegó el día de mi partida hacia nuevos rumbos y tengo la impresión de que corresponde terminar con un “postcito” que luego dé lugar a una producción más prolífera, prominente y profesional (porque prometo publicar más proactivamente en el futuro próximo).

Hace unos días Vero (mi cuñada) trajo a colación un momento bisagra en la historia de la humanidad (creo). Hoy es uno de esos momentos en la historia de esta humana. Ya he tenido varias de esas ocasiones, pero, como nos pasa a todos, muchas de esas ocasiones las reconocí cuando fue pasando el tiempo. Este 6 de agosto es especial porque es producto de mi volición, porque es algo que elegí conscientemente, tras mucho ayuno (pero más desayuno) y oración.

Me gustaría seguir escribiendo más, pero lo dejo para más adelante. Hoy sólo quería escribir algo que haga las veces de fin de capítulo para empezar el nuevo con más propiedad.

Me despido ahora, pero no por mucho tiempo. Para que se entretengan, los dejo con algunas de las fotos más feas que hemos sacado en los últimos tiempos. Sí. No dije mal. Las más feas, porque de las más lindas vemos todo el tiempo.