What's in a name?
(algo así como la importancia del nombre)
Heme aquí para hablar un poco sobre los nombres. Hace tiempo que vengo pensando en los nombres, en la trascendencia que tienen. Al menos a mí me gusta pensar que mi nombre me representa, que representa mis cualidades o características principales; me gusta pensar que cuando personas que me conocen escuchan o leen el nombre "Berenice", se acuerdan de mí y de algún atributo que consideran que me identifica.
(Por si no se entiende la idea, doy un ejemplo. Juan de los Palotes [ex compañero de la Facultad] está en una biblioteca, enfrascado en su búsqueda de ese libro de cuentos de Edgar Allan Poe que no logra encontrar en ninguna parte. De repente, cuando ya había perdido toda esperanza, lo encuentra, lo toma entre sus manos y va directo al índice para ver si tiene el cuento que está buscando: "El corazón delator". La lista de cuentos es larga, porque dio con un Cuentos completos de Edgar Allan Poe, tomo I. Entonces algo interrumpe la búsqueda. Absorto en sus pensamientos, levanta la mirada de la hoja, mira "como hacia" el horizonte y... sonríe. Es que se encontró con "Berenice", y se acordó de ella: alta, de cabello largo oscuro, rulos al viento, de cuerpo esbelto que da envidia... [I know, estoy perdiendo credibilidad. Vuelvo.])
(Por si no se entiende la idea, doy un ejemplo. Juan de los Palotes [ex compañero de la Facultad] está en una biblioteca, enfrascado en su búsqueda de ese libro de cuentos de Edgar Allan Poe que no logra encontrar en ninguna parte. De repente, cuando ya había perdido toda esperanza, lo encuentra, lo toma entre sus manos y va directo al índice para ver si tiene el cuento que está buscando: "El corazón delator". La lista de cuentos es larga, porque dio con un Cuentos completos de Edgar Allan Poe, tomo I. Entonces algo interrumpe la búsqueda. Absorto en sus pensamientos, levanta la mirada de la hoja, mira "como hacia" el horizonte y... sonríe. Es que se encontró con "Berenice", y se acordó de ella: alta, de cabello largo oscuro, rulos al viento, de cuerpo esbelto que da envidia... [I know, estoy perdiendo credibilidad. Vuelvo.])
Claramente mi señora madre no tenía la misma idea que yo cuando decidió que la protagonista del cuento de Poe tenía un nombre "precioso" y que una de sus hijas tenía que ser la portadora: lo odié durante los primeros quince años de mi vida. Solamente esa posibilidad justificaría el hecho de que me haya puesto Berenice, el nombre de una chica que se casa con un primo psicópata y que al final de su vida, corta, la única parte del cuerpo que le queda en buenas condiciones son los dientes, que el primo conserva después de enterrarla... viva, porque parece que en la tumba estuvo escribiendo poemas. Detalles. Aunque mi nombre no sea prueba de ello, mi madre me quiere.
Ahora, volviendo al tema que nos convoca hoy, considero que el momento en que madre y padre le dan un nombre a su hija o hijo es un momento muy especial. No digo que todos deban hacer lo mismo, pero desde hace algunos meses he estado contemplando la posibilidad de dar nombres especiales a mis hijos, nombres que tengan un significado especial para mí y no que solo suenen lindos. Hace años tenía una listita con nombres que me gustaban (Cala, Lea, Timoteo, Juan Manuel, por recordar algunos), pero perdí el rastro de ella hace mucho y, desde entonces, me he estado replanteando algunas cosas. Mientras espero a que se digne aparecer mi Príncipe Azul, voy adelantando trámites y decido qué nombres les pondremos al fruto de nuestros lomos. Asumo que él no se va a oponer tras leer mis convincentes argumentos.
Quiero que mis hijos lleven nombres que ya estaban grabados en mi corazón desde mucho antes que ellos llegaran a esta tierra. Quiero que sean nombres especiales, de personas especiales que forman parte de mi futuro eterno. Quiero algún día ver a mis hijos y ver en sus vidas reflejadas las vidas de personas que admiro, que amo profundamente y son mis mejores amigos.
Me gustaría que mis hijos lleven los nombres de mis hermanos: Esteban, Michelle y Verónica (porque además de mi amiga, es mi hermana [in-law, pero hermana al fin]). Cuando tengan edad suficiente para entender, les explicaría lo que Helamán les explicó a Nefi y a Lehi:
"Hijos míos... os he dado [esos] nombres... para que cuando recordéis vuestros nombres, los recordéis a ellos; y cuando os acordéis de ellos, recordéis sus obras; y cuando recordéis sus obras, sepáis por qué se dice y también se escribe, que eran buenos. Por lo tanto, hijos míos, quisiera que hicieseis lo que es bueno, a fin de que se diga, y también se escriba, de vosotros, así como se ha dicho y escrito de ellos" (El Libro de Mormón, Helamán 5:6-7).
Esteban me gustaría que se llamara uno de mis hijos. Esteban es bueno por naturaleza. Aunque por muchos años se esforzó por esconderlo de sus padres y hermanas (y lo logró debido a su gran destreza), más temprano que tarde salió a relucir su verdadero carácter. Esteban hace sentir bien a las personas que lo rodean. Tiene una sonrisa cálida (Gracias, Fernanda Chinchurreta) y una mirada dulce y sincera que demuestra que, cuando te pregunta cómo estás y qué contás, realmente está interesado en saber y dispuesto a escuchar. Esteban es un hombre fiel en el sentido más amplio de la palabra. Es trabajador y le pone el pecho a las balas. Esteban es perseverante y cumple las metas que se pone. Es sumamente organizado con el dinero y domina las planillas de Excel para que ni a él ni a su familia les falten las cosas básicas de la vida. Esteban tiene un don para escribir y tiene la capacidad de desarrollar talentos en forma autodidacta (es ebanista amateur; encontró la mayoría de las notas en la flauta traversa soplando por él mismo, sin que nadie lo dirigiera; leyó Don Quijote... entero, y nadie lo obligó). Aun mucho antes de que descubriera todas estas cosas de Esteban, me sentía orgullosa de que supieran que yo era su hermana. Evidentemente algo, adentro, me hablaba de todas estas cosas que fui descubriendo con el tiempo.
Michelle quiero que se llame una de mis hijas. Michelle puede ser muy dulce, cuando quiere. Michelle tiene ese tipo de dulzura que se hace evidente con sus hechos. Básicamente, Michelle es caritativa; naturalmente lleva en ella el amor puro de Cristo. Fácilmente las personas se instalan en su corazón. Michelle se preocupa sinceramente por las personas y se esfuerza por ayudarlas y darles alivio. Michelle sabe ser buena amiga, tarea nada fácil. Michelle es sumamente responsable y cumple con todo lo que se requiera de ella. Es pacificadora. Tiene una capacidad increíble para callar en momentos que la mayoría de los mortales elegiríamos sacarnos el enojo o el dolor que tenemos adentro con las primeras palabras que nos vinieran a la mente; todo sea por mantener la paz. Los niños aman a Michelle y a Michelle le resulta fácil quererlos, jugar con ellos, entretenerlos, hacerlos sentir importantes. Michelle es muy creativa y buena cocinera: abre la heladera, ve lo que hay y surgen cosas mágicas que deleitan el paladar con los más simples ingredientes: ingredientes prosaicos en manos de otros. Michelle era tímida. Era. La vida la puso en situaciones que le exigían cambiar su naturaleza, y ella se puso a la altura de las circunstancias y la cambió.
Verónica quiero que se llame otra de mis hijas. Verónica es mi cuñada; primero fue mi amiga y a partir de diciembre de 2006 se convirtió en mi hermana. Verónica es una de las mujeres más fuertes, más firmes y más resistente que conozco. Verónica es una de las pocas mujeres que conozco que, independientemente de qué digan, piensen o exijan los demás, se mantiene siempre firme a sus principios, actúa de acuerdo con los dictados de su propia conciencia y la voluntad de Dios para su vida. Verónica es madre desde mucho antes de ser la madre de sus hijos. La maternidad brota naturalmente en ella; seguramente no le resulta fácil, pero cumple con sus responsabilidades como si fuera "cantar y coser". Verónica tiene una capacidad admirable para formar parte de la vida de las personas: escribe e-mails, manda mensajes de texto, llama por teléfono, visita en las casas, hace regalos para cada ocasión especial; así, como no podía ser de otra manera, demuestra que se interesa y que aprecia.
Quiero que mis hijos lleven los nombres de mis hermanos, para así llevarlos siempre conmigo, para verlos todos los días, para recordarlos a cada instante, para seguir aprendiendo de ellos, para amarlos cada día más. Quiero que mis hijos lleven los nombres de mis hermanos para que ellos amen a sus tíos, para que los reconozcan en ellos mismos, para que aprendan de ellos.
Igual, por si las moscas, tengo un plan B: si el mencionado Príncipe Azul nunca aparece, me compro tres perros. Los nombres ya los tengo.